Premio Rafael Azcona
Mónica Randall

No cabe aquí el relatar al detalle la extraordinaria trayectoria de Mónica Randall, una de las actrices más queridas y reconocidas en España no sólo del cine sino del teatro –donde iniciaría su carrera como actriz– o la televisión, tanto en dramáticos como Estudio 1, Novela o Teatro de siempre, o presentadora y anfitriona en Mónica de medianoche, Rasgos o Cosas, entre otros muchos trabajos. En lo que respecta concretamente al cine no hay terreno desconocido para ella: desde los spaghetti-western o las coproducciones de género de los sesenta –desde películas de corsarios o mosqueteros a Superargo– con directores nómina del género como Terence Young, Umberto Lenzi, Steno, Alberto de Martino, Tonino Valeri, León Klimovski, Tulio Demicheli o Eugenio Martín– a personajes diversos y de calado como la Laura de Cristina Guzmán (1968, L. C. Amadori), la Feli de Mi querida señorita (1972, J. de Armiñán), la Juliana de Furia Española (1975, F. Betriú), la tía Paulina de Cría Cuervos (1976, C. Saura), la Paulina de Retrato de familia (1976, A, Giménez-Rico), la Teresa Marsé de Tatuaje (1978, B. Luna), la Marta Serrat de Últimas tardes con Teresa (1984, G. Herralde), la Beatriz Palomares de Mi general (1987, J. de Armiñán), la Sonsoles de ¡Todos a la cárcel! (1993, L. García-Berlanga), la Mari de Sagitario (2001, V. Molina Foix), o la Begoña de Tiempo de Tormenta (2003, Pedro Olea). Más… la Mercé: Mónica Randall tiene en su extenso y múltiple haber un papel memorable que vale por todo un curriculum azconiano: la Mercé de La escopeta nacional (1978, Luis García Berlanga), primera entrega de lo que acabaría siendo una trilogía nacional. Un personaje, el de Mercé, que Mónica Randall borda en un combinado –que sólo es posible agitar con una experiencia e inteligencia actorales mayúsculas– de vis cómica, sex appeal y coña. Y con secuencias antológicas. Pura sabiduría. Lo que le granjeó el Fotograma de Plata de aquel año. Mercé, recuérdese, es la secretaria y amante de Jaume Canivell, industrial catalán de porteros automáticos (José Sazatornil, “Saza”), uno de los personajes cumbre de la filmografía de Berlanga-Azcona, al que Mercé acompaña a la –¡ya mítica!– cacería en “los Tejadillos”, dominio Leguineche, y una anatomía perfecta de la España heredera del tardofranquismo y prefiguración de la Transición venidera. Con todo, este premio –que, sin duda, Rafael hubiera aplaudido como el que más– sirve también de pretexto para rendir nuestra admiración y cariño por una de las actrices más interesantes y versátiles del cine español. Un estilo, un rostro, una mirada, un atractivo y una voz que sólo pueden pertenecer a Mónica Randall: un nombre (artístico) que sólo al pronunciarlo recorre su persona y su trayectoria de pies a cabeza y la revela.