Premio Ciudad de Arnedo
Javier Fesser
El principio general del cine es hacernos soñar. Un encantamiento por la mágica aleación de las imágenes en movimiento. Artífice de ese mandamiento citado es el inquieto creador Javier Fesser, a quien Octubre Corto homenajea en su vigesimosexta edición. El cineasta madrileño Javier Fesser, cuya obra, por muchos y evidentes motivos técnicos/artísticos/emocionales, no pasa desapercibida, se une a la larga lista de figuras destacadas de nuestro cine que son objeto de reconocimiento por parte del colectivo de vanguardias culturales arnedanas Aborigen.
Esta asociación rompedora apuesta por trayectoria de un cineasta al que la definición de aborigen, en su calidad de avanzadilla de un corpus visual desafiante, le viene como anillo al dedo. A mi por lo menos me lo parece. Viendo y disfrutando su cine disparatado y atrevido, repleto de historias cortas y largas molonas y muy divertidas. Ahora bien, si hace un giro inesperado y tiñe su lenguaje de drama místico, con un leve toque provocativo, Fesser se mueve con destreza y asume riesgos sin aplicar la corrección bobalicona de hoy en día. En alusión a Camino (2008), punto de inflexión y cima imbatible.
Quien juega en la liga superior, como es el caso del responsable de El milagro de P. Tinto (1998), debe afrontar y acometer planteamientos insólitos. Nada acomodaticios y nadar más allá de la orilla, donde la aventura temeraria traza líneas lejos de las imágenes dominantes supone construir un mundo propio barnizado de frescura regocijante. Fruto del empeño por ser uno mismo acorde con la fantasía y el espectáculo desbordado. Valorado por el gremio de la profesión el premio y el incontestable apoyo del público, pilar fundamental.
Su descocado atrevimiento, necesario para forjar un crepitar de sensaciones yeyés, es propio de aquellos que abrazan la disidencia, formulan un acto de rebeldía y proponen el brío del rebelde con causa alejado del canon imperante. Fesser, ya desde el terreno del cortometraje, incluso en sus inicios en la publicidad, prefirió situarse cerca del precipicio y recurrir a su universo imaginativo a contracorriente, lleno de referencias culturales populares, para trotar por los caminos de la creación y persuadir al espectador con sus relatos cariñosos, llenos de encanto y su toque surrealista son su razón como artista del audiovisual.
La heterogeneidad de sus ocurrencias chispeantes y preferencias temáticas, la versatilidad de su punto de vista y amplia mirada no solo destaca en el campo de la ficción, sino también en el documental, otra área cada día más pujante y muy valorada en el ámbito de los festivales. En todos los registros deja su toque, su tiki taka, aupado por una metodología narrativa de contrastes que bulle y se adapta a las características de la materia fílmica que aborda. Gracias a un dispositivo visual sorprendente e innovador siempre hace estar expectante a cada iniciativa que emprende.
El desparpajo y, sobre todo, desinhibición en los tratamientos de sus ideas, con el virtuosismo nada postizo del que hace gala, tienen un poder fundamental que define gran parte de su aportación al cine. Si bien el requisito del arte cinematográfico es hacernos soñar, otra base incuestionable que Javier Fesser domina como ninguno es un factor que nadie debería olvidar. Me estoy refiriendo a la emoción. Ese vector clásico que manejado con habilidad y maniobrado con precisión conjugan para fortalecer un sentimiento imperecedero que todos valoramos.