La Asociación Cultural de Vanguardias Arnedanas Aborigen recupera más de mil retratos que aguardaron 67 años en una maleta para reunirlos en esta exposición. Disponible del 6 al 28 de octubre en el Centro Fundación Caja Rioja de Arnedo.
Paco Portillo es, con toda seguridad, uno de los más grandes genios que dio el Arnedo del siglo XX. Un artista autodidacta y, en ciertos aspectos, un verdadero virtuoso que fue capaz de fabricarse sus propias herramientas para ponerlas al servicio de sus ideas y habilidades. Un lector empedernido, conocedor de las últimas tecnologías de la época y un hombre tremendamente polifacético que lo mismo era capaz de realizar un precioso dibujo, hacer una ajustada caricatura, diseñar carteles, anuncios y revistas, rimar unos divertidos versos –por ejemplo a una acera estropeada– o escribir como corresponsal en el diario Nueva Rioja (además de inventarse sus propios muebles, cajas y álbumes para sus archivos). Pero si en algo destacó y profundizó con más acierto fue en la fotografía, convirtiéndola desde muy joven en su verdadera pasión. Hoy podemos entender mucho mejor la historia reciente de nuestro pueblo gracias a las obras que Paco Portillo nos legó, fundamentalmente sus fotografías, que lo convierten en un cronista esencial de su ciudad.
La fotogenia no es una propiedad exclusiva de la realidad, ni es un simple efecto del dispositivo óptico ni resulta de un truco del operador; brota en cambio de una alianza necesariamente a tres partes entre el modelo, la cámara y el fotógrafo. Joan Fontcuberta
A mediados de los años 50 del siglo pasado Paco Portillo usó la parte que estaba cubierta de la buhardilla de su casa como plató para retratar a gran parte de sus vecinos. En ella pintó una pared de blanco para que fuera el fondo de las fotografías del recién estrenado carnet de identidad, donde debía aparecer una foto en la que se viera con claridad el rostro y el busto del retratado. En el año 1951 la dictadura franquista puso en marcha esta identificación. Los primeros obligados a formalizarlo fueron los presos y los que permanecían en libertad vigilada. En segundo lugar, los hombres que por su profesión o negocio se mudaban frecuentemente de domicilio. En tercer lugar, los varones residentes en ciudades de más de 100.000 personas Luego, los hombres en localidades entre 25.000 y 100.000 habitantes; después las mujeres que viajaban por motivos de trabajo y así sucesivamente hasta completar con los años el conjunto de la sociedad. Calculamos que la orden se puso en marcha en Arnedo hacia mitad de los años cincuenta.
Estas imágenes llegan cargadas de la historia con mayúsculas de nuestro pueblo, en ellas, si miramos atentos, descubrimos a través de sus atuendos, abalorios, peinados y gestos, cómo eran y cómo vivían, y a la vez nos recuerdan todo lo que les debemos. En este desfile de rostros que nos miran estamos nosotros y nuestra identidad. Somos porque ellos fueron y lo emocionante de esta exposición es buscarnos y encontrarnos en nuestros antepasados, en nuestros familiares y el instante preciso en que se hicieron eternos.
Los descubrimos tal como ese día quisieron ser recordados, con su ropa de mudar, los que disponían de ella, recién peinados y aseados, dispuestos a posar ante la cámara imponente del fotógrafo, lo que suponía todo un acontecimiento. Y los vemos sonrientes, serios, socarrones, asustados, felices, cansados, tranquilos, cómodos, inseguros. Sensaciones que reconocemos en nosotros y sin embargo, cuando los miramos nos parecen lejanos, como extraterrestres.
Que sirva este túnel del tiempo que os proponemos para entender unas décadas de falta de libertad y miedo. Una época de trabajo sin descanso, de silencios y amarguras, pero también de alegrías, como la de ir a hacerse una fotografía a casa de Paco Portillo.